Tomado de Periodismo Sin Fronteras
Sin duda
alguna. Existe una agenda globalista. Tanto, que Donald Trump la ha mencionado
muchas veces y ha afirmado que Estados Unidos debe oponerse a la misma. Al
principio es difícil de aceptarlo, ya que suena tan descabellado imaginar a un
grupo de acaudalados satanistas reunidos en algún lugar oscuro, conspirando y
planeando cómo van a dominar el mundo, al mejor estilo de los comics con los
que crecimos muchos de nosotros.
No es
difícil rastrear el poder financiero detrás de la agenda, pero solo
mencionaremos acá a George Soros, los Rockefeller, los Morgan, los Carnegie y,
por supuesto, los Rothschild. Todos ellos con intereses y socios en la mayoría
de países del mundo. Y Colombia no es la excepción. Son ellos quienes controlan
el dinero en el mundo, deciden quién come y quién no; definen quiénes serán
ricos y quiénes no. Controlando el dinero controlan todo lo demás. Así de
sencillo.
Sobre esto
se ha escrito muchísimo. Una gran cantidad de esa información es falsa y
caricaturesca, pero otra es real y comprobable. El mismo Donald Trump, ya lo
dijimos, ha reconocido esa agenda
globalista y ha luchado frontalmente contra la misma, ganándose muchos y
poderosos enemigos.
Aborto,
legalización de las drogas, inmigración ilegal masiva, ideología de género,
depravación sexual, financiación de grupos terroristas, préstamos impagables de
la gran banca internacional a los países subdesarrollados, corrupción de la
clase política, revueltas sociales, injusticia y mucho más, son apenas una
muestra de la estrategia que utiliza esta agenda del Nuevo Orden Mundial para
desmembrar las naciones y asaltarlas con mayor facilidad.
Por
supuesto, de las primeras cosas que toman y utilizan para convertir a la
servidumbre a los países, es el sistema educativo y los medios de comunicación.
La razón es
que para un dominio total deben poder controlar el descontento popular. Por
ello han intentado, ya con éxito, controlar las redes sociales censurando el
tipo de manifestaciones que no contribuyen a esta agenda globalista. Con el
control de los medios y las redes sociales, utilizan el “divide y vencerás”
enfrentando a negros y blancos, feminazis y conservadores, ricos y pobres,
indios y no indios, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, empresarios y
obreros…. La lista de divisiones es tan larga como uno pueda imaginarlo pero el
objetivo es el mismo: enfrentamiento entre los dominados porque eso facilita el
control.
En cada
país, estos superpoderosos tienen sus alfiles, gente sin escrúpulos que, a
cambio de una pequeña porción de las riquezas y el poder, no dudan en vender y
traicionar a sus compatriotas. Son familias que detentan el poder y que los
traspasan a hijos, nietos, sobrinos para poder perpetuarse en sus pequeños
tronos. De cuando en vez, los alfiles traban disputas con otras familias o
clanes políticos y financieros locales, solo para ampliar el rango de poder y
aumentar la tajada del ladrocinio.
A quienes descubren el entramado y lo denuncian, lo ridiculizan de tal manera que cualquier persona, en el futuro, que entienda lo que sucede, lo pensará dos veces antes de expresarlo.
Miedo al ridículo. Ese miedo al ridículo, miedo a defender los valores y denunciar lo malo, es la mayor arma que tienen los globalistas contra la sociedad.
Por ello es
que esa élite utiliza los grandes medios de comunicación, la televisión, la
prensa, el cine, la música, creando ídolos e impulsando a quienes apoyan los
anti valores hasta colocarlos en la cúspide de la fama para que, de una manera
natural, estos famosos se conviertan en la caja de resonancia y sean ejemplo
para difundir las degradaciones, el culto a la vanidad, la perversión, el
ensalzamiento de lo malo y la rebaja de los valores morales de la nación.
Son ellos
quienes deciden lo que es bueno y lo que es malo, son ellos quienes deciden
quién debe ser ridiculizado, o perseguido judicial y políticamente cuando la
persona no les teme ni a ellos ni al qué dirán. Ahí está la razón de por qué
unos pocos pueden controlar a la gran mayoría.
Lo que
hacen para ello es, de nuevo, dictar las normas y valores de una sociedad.
Usando películas, series de televisión, periodistas simpáticos, cantantes,
modelos, reinas de belleza, actores, etc., trastocan los valores cristianos de
occidente y dictan un nuevo código moral para imponer lo que es bueno y lo que
debe ser malo, lo moral y lo inmoral.
Usando estas herramientas publicitarias es que las sociedades han ido
aceptando poco a poco que la homosexualidad es deseable, la drogadicción una
opción de vida y el delito una forma de talento especial.
Las
personas que vivan la vida dentro de esos parámetros dictados por la agenda
globalista, no tienen problemas; los más inteligentes e influenciadores serán
premiados con galardones, contratos y una vida de éxito como periodistas,
empresarios, ministros, cantantes, o lo que se les ocurra ser. La condición es
que sean obedientes a las nuevas reglas morales impuestas por los globalistas.
Si la gente acepta eso y vive y acepta lo dictado, no es molestada porque es
“normal”.
De igual
manera, cuando alguien decide salirse de esa matrix y comienza a decidir por sí
mismo y a llamar bueno a lo que Dios dice que es bueno, y malo a lo que él
llama malo, entonces los globalistas saltarán a la yugular de quien ose salirse
de la norma establecida.
El asunto
es tan simple que quien comience a pensar por sí mismo y a cuestionar el
sistema, no le teme a lo que digan los Rockefeller o George Soros. No, la
persona teme a lo que le diga su familia, sus padres, sus vecinos, sus amigos.
El trabajo
que han hecho los globalistas es imponer sus propias normas de tal manera que
los controlados, los que las han aceptado mediante la prensa, la radio, la
televisión, el cine o el sistema educativo, se convierten en un ejército
poderoso que intentará aplastar a quien se salga del molde.
Todo ello
tiene que ver con cosas como los recientes paros y marchas en Latinoamérica
(eso será para otro artículo). Los globalistas crean el problema, financian a
los que resolverán el problema teniendo lista ya la “solución” al problema que
ellos mismos crearon. Ese es el mismo engaño que siempre les ha funcionado. Y
por ello vemos, principalmente, ignorantes y jóvenes saliendo a protestar sin
saber exactamente por qué, sintiéndose “parte de la historia”, “parte del
cambio”, repitiendo como loros canciones e himnos ya escritos para dar la
impresión de que “vientos renovadores de cambio” soplan por nuestros países.
Cuando la
verdad es ni son renovadores ni son vientos de cambio. Es el mismo aire
pestilente que nos han obligado a respirar haciéndonos creer que “esta vez sí”
solucionaremos todo.
Si
existiera, al menos, una prensa independiente y libre que no estuviera al
servicio de los poderosos globalistas, el asunto sería más sencillo. Pero no
hay.
Lo que
ellos temen, realmente, es que la gente aprenda que la verdad contenida en las
Escrituras es la que los liberará con toda certidumbre. Por eso se burlan y
persiguen a quienes predican eso, y financian y promueven a los falsos líderes
cristianos que, como dijo Jesús, son solo ladrones y salteadores.