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¿Existe una agenda globalista?

Este es el primero de una serie de videos que forman parte del Taller que Ricardo Puentes organizó para aquellas personas que desean saber el porqué de nuestra propuesta de Nueva República, de un partido basado en valores cristianos. El Taller se llama, precisamente, “POLÍTICA Y VALORES CRISTIANOS”, y explicará las bases fundacionales del partido en un vocabulario fácil de entender.

Dice parte del primer video:

“Sin excepción, todas las teorías conspiranoicas tienen un ingrediente común: Son agendas globalistas para controlar la humanidad.

“Ya sea desde los reptilianos, de David Icke, o los ríos y ríos de literatura sobre los jesuitas (sobre quienes yo mismo he escrito bastante), los masones, la masonería invisible, los sabios de Sion, los judíos sionistas, los extraterrestres, el vaticano, la realeza merovingia, Los Bilderberg, Skull and bones, la banca internacional, etc, etc, etc, el ingrediente común es el mismo: un grupo de personas que, a través de los tiempos, sin saberse por qué, han planeado acciones sobre la humanidad para controlarla con el engaño, la pobreza, el hambre, al mismo tiempo que los conspiradores se enriquecen y amplían su poder.

“La gama de teorías conspirativas es tan amplia como escasas son las explicaciones que nos resuelvan satisfactoriamente la pregunta: ¿Por qué un grupo de personas por allá en el siglo XV se reúne para conspirar por el poder del mundo sabiendo que ellos mismo no gozarían completamente de esa victoria?

“La respuesta la daremos acá. Porque si bien es cierto que muchas de estas teorías son absolutamente demenciales, también es cierto que existe un grupo de globalistas que se han hecho visibles, sin ellos quererlo, y que no esconden sus intenciones, aunque las disfracen de intenciones altruistas.”

Acá pueden ver el primer capítulo de la serie:

Video

¿Existe una agenda globalista?

Tomado de Periodismo Sin Fronteras

Sin duda alguna. Existe una agenda globalista. Tanto, que Donald Trump la ha mencionado muchas veces y ha afirmado que Estados Unidos debe oponerse a la misma. Al principio es difícil de aceptarlo, ya que suena tan descabellado imaginar a un grupo de acaudalados satanistas reunidos en algún lugar oscuro, conspirando y planeando cómo van a dominar el mundo, al mejor estilo de los comics con los que crecimos muchos de nosotros.  

No es difícil rastrear el poder financiero detrás de la agenda, pero solo mencionaremos acá a George Soros, los Rockefeller, los Morgan, los Carnegie y, por supuesto, los Rothschild. Todos ellos con intereses y socios en la mayoría de países del mundo. Y Colombia no es la excepción. Son ellos quienes controlan el dinero en el mundo, deciden quién come y quién no; definen quiénes serán ricos y quiénes no. Controlando el dinero controlan todo lo demás. Así de sencillo.

Sobre esto se ha escrito muchísimo. Una gran cantidad de esa información es falsa y caricaturesca, pero otra es real y comprobable. El mismo Donald Trump, ya lo dijimos,  ha reconocido esa agenda globalista y ha luchado frontalmente contra la misma, ganándose muchos y poderosos enemigos.

Aborto, legalización de las drogas, inmigración ilegal masiva, ideología de género, depravación sexual, financiación de grupos terroristas, préstamos impagables de la gran banca internacional a los países subdesarrollados, corrupción de la clase política, revueltas sociales, injusticia y mucho más, son apenas una muestra de la estrategia que utiliza esta agenda del Nuevo Orden Mundial para desmembrar las naciones y asaltarlas con mayor facilidad.

Por supuesto, de las primeras cosas que toman y utilizan para convertir a la servidumbre a los países, es el sistema educativo y los medios de comunicación.

La razón es que para un dominio total deben poder controlar el descontento popular. Por ello han intentado, ya con éxito, controlar las redes sociales censurando el tipo de manifestaciones que no contribuyen a esta agenda globalista. Con el control de los medios y las redes sociales, utilizan el “divide y vencerás” enfrentando a negros y blancos, feminazis y conservadores, ricos y pobres, indios y no indios, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, empresarios y obreros…. La lista de divisiones es tan larga como uno pueda imaginarlo pero el objetivo es el mismo: enfrentamiento entre los dominados porque eso facilita el control.

En cada país, estos superpoderosos tienen sus alfiles, gente sin escrúpulos que, a cambio de una pequeña porción de las riquezas y el poder, no dudan en vender y traicionar a sus compatriotas. Son familias que detentan el poder y que los traspasan a hijos, nietos, sobrinos para poder perpetuarse en sus pequeños tronos. De cuando en vez, los alfiles traban disputas con otras familias o clanes políticos y financieros locales, solo para ampliar el rango de poder y aumentar la tajada del ladrocinio.

A quienes descubren el entramado y lo denuncian, lo ridiculizan de tal manera que cualquier persona, en el futuro, que entienda lo que sucede, lo pensará dos veces antes de expresarlo.

Miedo al ridículo. Ese miedo al ridículo, miedo a defender los valores y denunciar lo malo, es la mayor arma que tienen los globalistas contra la sociedad.

Por ello es que esa élite utiliza los grandes medios de comunicación, la televisión, la prensa, el cine, la música, creando ídolos e impulsando a quienes apoyan los anti valores hasta colocarlos en la cúspide de la fama para que, de una manera natural, estos famosos se conviertan en la caja de resonancia y sean ejemplo para difundir las degradaciones, el culto a la vanidad, la perversión, el ensalzamiento de lo malo y la rebaja de los valores morales de la nación.

Son ellos quienes deciden lo que es bueno y lo que es malo, son ellos quienes deciden quién debe ser ridiculizado, o perseguido judicial y políticamente cuando la persona no les teme ni a ellos ni al qué dirán. Ahí está la razón de por qué unos pocos pueden controlar a la gran mayoría.

Lo que hacen para ello es, de nuevo, dictar las normas y valores de una sociedad. Usando películas, series de televisión, periodistas simpáticos, cantantes, modelos, reinas de belleza, actores, etc., trastocan los valores cristianos de occidente y dictan un nuevo código moral para imponer lo que es bueno y lo que debe ser malo, lo moral y lo inmoral.  Usando estas herramientas publicitarias es que las sociedades han ido aceptando poco a poco que la homosexualidad es deseable, la drogadicción una opción de vida y el delito una forma de talento especial.

Las personas que vivan la vida dentro de esos parámetros dictados por la agenda globalista, no tienen problemas; los más inteligentes e influenciadores serán premiados con galardones, contratos y una vida de éxito como periodistas, empresarios, ministros, cantantes, o lo que se les ocurra ser. La condición es que sean obedientes a las nuevas reglas morales impuestas por los globalistas. Si la gente acepta eso y vive y acepta lo dictado, no es molestada porque es “normal”.

De igual manera, cuando alguien decide salirse de esa matrix y comienza a decidir por sí mismo y a llamar bueno a lo que Dios dice que es bueno, y malo a lo que él llama malo, entonces los globalistas saltarán a la yugular de quien ose salirse de la norma establecida.

El asunto es tan simple que quien comience a pensar por sí mismo y a cuestionar el sistema, no le teme a lo que digan los Rockefeller o George Soros. No, la persona teme a lo que le diga su familia, sus padres, sus vecinos, sus amigos.

El trabajo que han hecho los globalistas es imponer sus propias normas de tal manera que los controlados, los que las han aceptado mediante la prensa, la radio, la televisión, el cine o el sistema educativo, se convierten en un ejército poderoso que intentará aplastar a quien se salga del molde.

Todo ello tiene que ver con cosas como los recientes paros y marchas en Latinoamérica (eso será para otro artículo). Los globalistas crean el problema, financian a los que resolverán el problema teniendo lista ya la “solución” al problema que ellos mismos crearon. Ese es el mismo engaño que siempre les ha funcionado. Y por ello vemos, principalmente, ignorantes y jóvenes saliendo a protestar sin saber exactamente por qué, sintiéndose “parte de la historia”, “parte del cambio”, repitiendo como loros canciones e himnos ya escritos para dar la impresión de que “vientos renovadores de cambio” soplan por nuestros países.

Cuando la verdad es ni son renovadores ni son vientos de cambio. Es el mismo aire pestilente que nos han obligado a respirar haciéndonos creer que “esta vez sí” solucionaremos todo.

Si existiera, al menos, una prensa independiente y libre que no estuviera al servicio de los poderosos globalistas, el asunto sería más sencillo. Pero no hay.

Lo que ellos temen, realmente, es que la gente aprenda que la verdad contenida en las Escrituras es la que los liberará con toda certidumbre. Por eso se burlan y persiguen a quienes predican eso, y financian y promueven a los falsos líderes cristianos que, como dijo Jesús, son solo ladrones y salteadores.